Comentario
Sin duda alguna, la construcción más importante de la Ebla del III milenio es el famosísimo Palacio real G, que pervivió hasta el 2250 a. C. (Mardikh Il BI), momento en que fue destruido e incendiado por el acadio Naram-Sin. Si hemos de hacer caso a las fuentes escritas, dicho palacio fue uno más de los que existieron en Ebla, pero lo excavado hasta ahora ha aportado determinadas novedades arquitectónicas que hacen de él un conjunto extraordinario; en verdad, la primera manifestación en Siria de una arquitectura monumental.
Gracias a los planos de C. Cataldi Tassoni, componente de la misión italiana dirigida por P. Matthiae, conocemos la estructura del Palacio real G, que fue, en virtud de sus unidades funcionales y autónomas, no sólo residencia palatina, sino también palacio administrativo, centro de almacenamiento y nexo de unión entre la Corte y el pueblo.
Estaba construido con adobes sobre fundamentos de piedra y presentaba gruesos muros (2,80 m de espesor) revocados con una capa de yeso. La organización del espacio se articuló a partir de un ancho patio porticado, verdadera plaza de la ciudad (32 por 50 m), llamado Patio de las Audiencias, al que acudía el rey periódicamente. En el muro este de dicho patio se abría una entrada monumental (Puerta ceremonial) y una regia escalinata que posibilitaba el acceso a otras habitaciones interiores (todavía por excavar) y a uno de los sectores administrativos. Más al norte se hallaba un torreón que encerraba una caja de escaleras de cuatro rampas, que servían para ascender a los planos arquitectónicos topográficamente superiores. En una de las dependencias de otro sector administrativo (habitación L 2769), situado al sur del conjunto palacial, se halló en 1975 el archivo del palacio, en donde se habían almacenado unas 15.000 tablillas. Aún más al sur de este archivo, en otro espacio arquitectónico construido sobre terrazas, y que era complemento de otros dos archivos menores, se hallaban residencias secundarias destinadas a príncipes o altos funcionarios, a deducir de las cámaras que han sido descubiertas.
Tras la destrucción de Ebla en torno al 2250 a. C. la cultura protosiriana se refugió en la ciudad de Urshu (¿a identificar con Tell Tuqan, todavía por localizar?), si hemos de dar crédito a algunas fuentes sumerias. Ebla hubo de esperar, así, todavía dos siglos para recuperar su urbanismo y su importancia histórica. Poco después del 2000 a. C. (Mardikh III A) la ciudad volvió a ser la gran urbe de los tiempos de antaño al ser dotada de un terraplén defensivo de tierra batida, de unos nuevos palacios reales y administrativos (Palacio E, Palacio Q), de templos santuarios (Templo D, Santuario B2).
El terraplén, obra de imponente envergadura, que alcanzaba un promedio de 50 m de espesor en su base, con unos 22 sobre la llanura y unos 12 sobre la ciudad baja, revestido con piedras por el exterior hasta una altura de casi 2 m en su parte inferior, sirvió durante el Bronce Medio como elemento defensivo del conjunto urbano.
En su muralla, que contaba con numerosas y potentes torres en avanzadilla (Fortaleza M, por ejemplo) se abrían cuatro puertas, siendo las más importantes las del noroeste y la del sudoeste (Puerta Monumental A). Esta última con ortostatos y bóvedas sobre sus arcos, estuvo estructurada en tres secciones, alcanzando su eje 21,50 m de longitud: una puerta exterior entre dos pares de contrafuertes y un vano; un patio interior a cielo abierto de planta trapezoidal, y, finalmente, otra puerta interior formada por tres pares de contrafuertes y vanos respectivos. Todo ello constituía una anticipación de la típica disposición de acceso en tenaza, propia del Bronce Medio sirio y palestino.
El Palacio real E, levantado en el sector norte de la acrópolis, excavado parcialmente, se dispuso en tomo a un patio rectangular con habitaciones articuladas en tres de sus lados; técnicamente era similar a los palacios de Tilmeu Huyuk y de Alalakh. Su pronta destrucción y abandono hicieron de él una buena cantera de materiales para otras construcciones; sobre sus ruinas, en época persa se levantó un palacio rústico.
En la ciudad baja, no lejos de los templos y frente a los restos del Patio de audiencias, se levantó el Palacio administrativo Q, que cubría una superficie de casi 8.000 m2, protegido por gruesos muros de 3,10 m de espesor y fundamentos de piedra. Lo hasta ahora excavado presenta una estructura sencilla, formada por dos construcciones yuxtapuestas y conectadas entre sí por pequeños patios. En este conjunto arquitectónico se han detectado varios hipogeos que fueron utilizados como sepultura de la familia real eblaíta y que quedaron ocultos tras la destrucción de dicho palacio por los hititas hacia el año 1600 a. C.
En el lado occidental de las colinas de Tell Mardikh y sobre los restos de otra construcción, quizá pertenecientes a un templo de época protosiriana, se levantó hacia el 1900 a. C. el mayor edificio de la ciudad: el Gran Templo D, que fue dedicado, al parecer, a la diosa Ishtar. Dicho edificio constaba de tres partes: una entrada con un pequeño vestíbulo; una antecella y una alargada cella (11,50 por 7,20 m) con una pequeña plataforma. En el grueso muro interior de la cabecera se abría un nicho para la estatua de culto, detalle similar al Templo H de Hazor del Bronce Medio. Artísticamente, el templo estuvo ornamentado con relieves y esculturas, así como con objetos culturales, entre ellos un ara basáltica, un gran vaso circular, también de basalto, y una magnífica pila de caliza de dos bocas cuadrangulares. Su fachada, según apunta F. Baffi, era de tipo "in antis", al igual que la de otros templos del Bronce Reciente de Emar y de Tell Fray, llegándose a convertir en el modelo de los edificios sagrados paleosirios.
Por su parte, el Templo N, dedicado probablemente al dios Shamash, erigido en el sector septentrional de la ciudad baja, al pie de la acrópolis, tenía una sola cella rectangular (tipo "langraum"), con entrada en uno de sus lados menores (7,5 m de anchura). Lamentablemente, se ignora la longitud de sus lados mayores debido a que la erosión ha destruido toda su parte anterior. Contó también con utillaje y mobiliario cultual, apareciendo aquí otra magnífica pila de piedra. En la zona sudoeste, y en el mismo plano topográfico, existía otro templo (Templo B1) del mismo tipo que el anterior. Estaba formado por una única cella (10,50 por 4,50 m) y gruesos muros; sin embargo, era artísticamente de mayor interés, pues tuvo sus paredes cubiertas con ortostatos de caliza de notables dimensiones. Se piensa que este Templo B1 estuvo dedicado a Reshef, divinidad del Más Allá, de la guerra y de las epidemias.
La ciudad baja aún contó en su sector sudoeste con un tercer edificio religioso, el Santuario B2, el cual aportaba como novedad una estructura totalmente diferente a la de los templos hasta aquí citados, al estar formado por tres edificios intercomunicados. Los propios textos eblaítas, las múltiples cellae del santuario, la abundancia de mobiliario cúltico en él hallado y la proximidad de la necrópolis real hacen sospechar que estuviese dedicado al culto de los ancestros reales (soberanos y personajes ilustres) de la ciudad. Según han puesto de manifiesto las excavaciones, el espacio arquitectónico se desarrollaba en torno a un patio central que daba a una gran cella (10,65 por 8,90 m), la cual contaba con un podio de adobes y con un banco corrido a lo largo de tres de sus paredes. Alrededor de ella se distribuían otras cellae menores, cuadrangulares (algunas muy largas), destinadas al culto, contando no pocas con hermosas mesas sacrificiales de basalto. Una serie de contrafuertes angulares le debieron dar carácter de gran monumentalidad. F. Baffi apunta las grandes analogías de esta construcción con el llamado Templo Doble de Hazor, del Bronce Medio, templo cananita que también estuvo conectado con un cementerio.